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Me gusta George Orwell como cr�tico literario casi tanto como novelista; muri� con s�lo 47 a�os, joven para un escritor que hab�a vivido tantas experiencias y llegado a dominar tantos estilos: novelista, periodista, comentarista hist�rico y social. Otro autor que siempre me ha parecido impresionante es Henry Miller; hay que estar de humor para leerlo o de otro modo su exuberancia acaba empachando, pero hay momentos cuando una buena dosis de su fiera vitalidad y - hay que decirlo - mala leche, viene muy bien. Por tanto, la siguiente rese�a resulta altamente interesante, pues aqu� Orwell nos ofrece su opini�n sobre un libro que pronto iba a causar un esc�ndalo que acabar�a en su prohibici�n. De este modo el comentario final parece especialmente prof�tico. (Debo se�alar que la traducci�n del fragmento de Tr�pico es tambi�n m�a, pues ha sido imposible encontrar la versi�n castellana en Australia; si el ritmo del mismo no resulta <<soberbio>> en castellano, el �nico responsable soy yo).

V. Stevenson, junio 2002

George Orwell

Rese�a

Tr�pico de C�ncer por Henry Miller

Al hombre moderno se le puede comparar con una avispa de laboratorio que, con el cuerpo bisecado, sigue sorbiendo mermelada como si la p�rdida de su abdomen careciera de importancia. La apreciaci�n de este s�mil por parte de los autores � valga el plural, pues a medida que pasa el tiempo habr� probablemente m�s como Henry Miller � es lo que lleva a la creaci�n de un libro como Tr�pico de C�ncer.

Se trata de una novela, o fragmento autobiogr�fico quiz�s, sobre la vida parisina de algunos norteamericanos: no los adinerados diletantes de siempre, sino unos tipos haraposos y haraganes. Contiene muchas cosas que llaman a la atenci�n, pero tal vez su rasgo principal, y ciertamente el m�s notable, son las descripciones de encuentros sexuales, las cuales revisten inter�s no por ning�n morbo pornogr�fico � al contrario � sino porque constituyen un verdadero intento de llegar a la verdad. Aqu� encontramos el sexo descrito desde el punto de vista del hombre com�n, o mejor dicho una versi�n degenerada del mismo. Casi todos los personajes de la novela son asiduos de prost�bulo; act�an y describen sus acciones con una desalmada brutalidad que, si bien se observa a menudo en la vida real, est� sin paralelo en la ficci�n. Tomando este libro en su totalidad, incluso se lo podr�a calificar como vilipendio del ser humano, y como es leg�timo preguntar �qu� ganamos vilipendiando al ser humano?, estoy en la obligaci�n de agregar una ampliaci�n.

Uno de los resultados del retroceso de la fe religiosa ha sido una torpe idealizaci�n del lado f�sico de la vida. De cierta manera esto es natural, porque si no hay una existencia m�s all� de la tumba, obviamente resulta a�n m�s dif�cil asimilar el hecho de que los procesos naturales como copular, procrear y nacer presentan ciertos aspectos que podr�an calificarse de asquerosos. Est� claro que durante los siglos del cristianismo el tener una perspectiva pesimista de la vida era pr�cticamente una expresi�n de fe: <<el hombre nacido de mujer; corto de d�as y hastiado de sinsabores>> advierte la Biblia, con aire de decir una perogrullada. Pero una cosa es pensar que la vida est� llena de sinsabores, y otra pensarlo creyendo que la tumba realmente lo pone fin a todo; resulta m�s c�modo consolarse con alg�n tipo de mentira optimista. De ah� el alegre retint�n de [la revista] Punch, las campanillas de Barrie y las utop�as de H.G. Wells, infestadas de maestras en cueros. De ah�, sobre todo, la monstruosa sensibler�a de la que se ha revestido el sexo en la mayor�a de la literatura escrita durante los �ltimos cien a�os. Un libro como Tr�pico de C�ncer, que aborda el tema con una brutal insistencia en los hechos, lleva el p�ndulo un poco lejos, pero no cabe duda de que lo impulsa en la direcci�n necesaria.

El hombre no es una bestia, pero comparte mucho de su naturaleza con las bestias y de vez en cuando hay que record�rselo. Lo �nico que se puede pedir a un libro como �ste es que cumpla con su cometido eficazmente y aguantando el tipo � condiciones que en este caso podemos dar por satisfechas, en mi opini�n.

Aunque se dedica a hablar de cosas desagradables, es probable que el Sr. Miller no reconociera en s� mismo �ndole pesimista; hay incluso momentos en los que muestra un entusiasmo un tanto Whitmanesco hacia el proceso vital. Lo que parece argumentar es que si nos fortalecemos contemplando lo feo en esta vida, al final nos encontramos no con menos, sino con m�s ganas de vivirla.

Desde el punto de vista literario el libro demuestra competencia t�cnica, pero no deslumbra; escrito con entereza, cae muy poco en la chapucer�a que caracteriza la literatura actual. Si los cr�ticos acaban fij�ndose en �l, lo emparejar�n con Ulises, algo a todas luces injusto: no s�lo es �ste infinitamente superior como libro, sino marcadamente diferente en cuanto a sus intenciones. Joyce, esencialmente, es un artista, mientras que Miller es un hombre astuto y curado de todo espanto que nos ofrece sus reflexiones sobre la vida. Citar del libro se me ha presentado dif�cil, debido a las palabrotas irrepetibles que tan libremente lo salpican; bastar�, por tanto, la siguiente muestra:

Cuando la marea va bajando, y s�lo quedan unas sirenas sifil�ticas varadas en el fango, el D�me se perfila como una barraca de tiro azotada por un hurac�n. Todo viene arrastr�ndose lentamente hacia la cloaca. Por el espacio de una hora, m�s o menos, prevalece una calma f�nebre, que se aprovecha para limpiar los v�mitos. De repente los �rboles empiezan a chillar. De un extremo a otro del bulevar surge un canto demencial. Es la se�al que anuncia el cierre de la bolsa. Las escobas se ocupar�n de las pocas esperanzas que a�n quedaran. Ha llegado el momento de vaciar el �ltimo costal de orina. El d�a se cuela a hurtadillas, como un leproso*.

El ritmo es soberbio: menos flexible y refinado que el brit�nico, tal vez el ingl�s norteamericano tenga algo m�s de vida. No pienso ni por un momento que con Tr�pico de C�ncer me haya topado con la novela del siglo, pero animo a su lectura a todo el que pueda conseguir un ejemplar.

Traducci�n � V.J. Stevenson 2002.

* Traducci�n � V.J. Stevenson 2002

Publicado originalmente en The New English Weekly, 14 noviembre de 1935 y recogido en:

The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell

Volume 1: An age like this 1920 � 1940. Sonia Orwell and Ian Angus Eds. (Penguin, 1970).

pp. 178 � 180.